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¿Quién fue Serafín Holgado?

«Si el eco de su voz se debilita, pereceremos»

Paul Éluard

Serafin Holgado

El salamantino Serafín Holgado de Antonio fue asesinado la noche del 24 de enero de 1977, al ser atacado por un comando fascista el despacho de abogados del Partido Comunista España y de Comisiones Obreras, situado en el número 55 de la madrileña calle de Atocha. Periodísticamente aquel atentado fue conocido como “La matanza de Atocha”.

En 1976, cuando contaba 27 años, tres meses antes de su muerte, Serafín Holgado se incorporó en prácticas al despacho laboralista de Atocha, con las veinte firmas que se necesitaba para entrar en el mismo, porque allí, como para entrar en el clandestino Partido Comunista de España, uno tenía que estar “apadrinado”.

Cartel Amnistía

Los despachos de abogados fomentados por el Partido Comunista de España en los últimos años de la dictadura eran proyectos

colectivos y, como tal, Atocha formaba parte del mismo. Todas las decisiones se adoptaban en asamblea. Nadie era más que nadie. La igualdad laboral y salarial era un hecho. Los salarios de todos los trabajadores del despacho se fijaban en función de las necesidades personales de cada uno.

El sueldo de un abogado oscilaba entre las 25.000 y las 30.000 pesetas. Para los recién llegados se establecía una ayuda de 5.000 pesetas mientras completaban su periodo de aprendizaje. Los despachos se autofinanciaban. No se cobraba por consulta, ni por asesoramiento ni por juicio perdido. Sólo en caso de ganar el despacho percibía un porcentaje sobre el resultado económico del juicio.

Recordamos

El objetivo del los despachos de abogados del PCE, era la defensa de los derechos de los trabajadores y de los colectivos y organizaciones en los que legal o ilegalmente se organizaban los ciudadanos y a su vez, utilizar los resquicios de la legislación franquista con el fin de socavar el propio sistema existente y agilizar la llegada de un modelo social donde se acabasen los privilegios de la clase social dominante.

Mundo Obrero del asesinatoSerafín Holgado era trabajador y metódico. Era hijo de Serafín, un trabajador ya jubilado de la Renfe, y de Pilar; tenía dos hermanos. Y una novia, estudiante de Filología. Le faltaba una asignatura, Derecho Mercantil, para terminar la carrera, cuando llegó a Madrid para hacer prácticas en el despacho de Atocha. No es que se le atragantaran los estudios, sino que le tocó compaginarlos con el trabajo, en el Instituto de Ciencias de la Educación. Así se pagó la matrícula. Aquel trabajo, además, le había dado alguna que otra vez la cobertura necesaria para otras cuestiones no menos importantes, como ayudar a preparar los paquetes con los ejemplares de Mundo Obrero, órgano de expresión del Partido Comunista de España, que alguien depositaba, sin preguntas, en una cartera en el bar Estafeta, para luego repartirlos entre las distintas facultades de la Universidad de Salamanca. Lector compulsivo, devoraba cada libro, cada texto que caía en sus manos, en edición ‘bolsillo’ o fotocopiado. La mayoría no pasarían la tijera del censor.

Como recogían los diarios de Salamanca el día después de su asesinato, Serafín Holgado «era muy conocido en los medios universitarios salmantinos», por «su desinteresado trabajo en pro de la clase obrera» y por «la actividad desarrollada a favor de unas aspiraciones democráticas que en todo momento impulsaron su trabajo…».

Entierro calle 2

Movido por su activa militancia comunista y convencido de que su actividad como futuro abogado podía ser un instrumento más en la lucha colectiva por una sociedad justa e igualitaria, se incorporó al despacho de Atocha donde encontraría la muerte junto a los abogados Enrique Valdevira Ibáñez, Luis Javier Benavides Orgaz, Francisco Javier Sauquillo Pérez del Arco y el auxiliar del despacho Ángel Rodríguez Leal. En el atentado también resultaron gravemente heridos Miguel Sarabia Gil, Luis Ramos Pardo, Alejandro Ruiz Huertas y Dolores González Ruiz, la cual perdió el hijo que estaba esperando.

Salamanca

Los asesinos actuaron con una inhumana sangre fría. A las 22,30 horas del 24 de Enero de 1977 tres individuos armados penetraron en el portal número 55 de la calle Atocha y se ocultaron un poco más arriba de la planta tercera, donde se encontraba el despacho de los abogados del PCE y de Comisiones Obreras. A las 22,45 los tres asesinos llamaron al timbre del despacho y dos de los pistoleros entraron a empujones, uno empuñando una Browning 9 mm Parabelum y otro una Star de 9 mm, modelo Super. El tercer miembro del grupo se quedó en la puerta del despacho para vigilar si subía alguien por las escaleras.

Cartel recuerdoEl día anterior había finalizado una huelga en el ramo de transporte privado de viajeros que había tenido un importante seguimiento en Madrid y en la que había desempeñado un papel importante el sindicalista de Comisiones Obreras Joaquín Navarro Fernández, el cual había abandonado el despacho de Atocha unos minutos antes de que se produjese el asalto del los pistoleros de ultraderecha.

Los asesinos reunieron a todos los que en aquel momento estaban en el despacho, en total nueve personas y empezaron a preguntar por Navarro. “¿Dónde está Navarro?”, “¿Navarro? No sabemos quién es”, les respondieron. “Seguro que está aquí”, insistieron. “Pues búscalo”, le respondió con valentía y exasperación, el abogado Francisco Javier Sauquillo.

De repente y a tan solo un par de metros del grupo, los asesinos a cara descubierta comenzaron a disparar de forma serena, fríamente; de forma metódica, como si lo tuvieran ensayado. Todas las víctimas recibieron más de un disparo. Serafin Holgado recibió dos balazos, uno en el muslo izquierdo y otro en la cabeza.

Los vecinos avisaron a la policía. En pocos minutos la calle se llenó de coches de policía y ambulancias. Los primeros que entraron en el despacho se encontraron una escena espantosa: sangre por todas partes y cuerpos destrozados. Tres de las víctimas habían muerto en el acto, Luis Javier Benavides, Enrique Valdelvira y Ángel Rodríguez Leal; otras dos, Serafín Holgado y Francisco Javier Sauquillo fallecieron pocas horas después.

El grupo de asesinos ultra-derechistas compuesto por José Fernández Cerrá, Carlos García Juliá y Fernando Lerdo de Tejada,

Monumento abogados Madridautodenominados Comando Hugo Sosa y vinculados a la Alianza Apostólica Anticomunista, huyeron tras la masacre, pero ni se molestaron en irse de Madrid, confiados en que les ampararían sus contactos con el poder y especialmente uno de los instigadores de su acción, Francisco Albadalejo Corredera, Jefe del Sindicato Vertical del Transporte.

No estaban del todo equivocados. Fernando Lerdo de Tejada, sobrino de una secretaria de Blas Piñar (fundador de Fuerza Nueva), tras ser detenido, obtuvo un permiso de fin de semana y huyo estando en la actualidad en paradero desaparecido. Por su parte Fernández Cerrá y García Juliá sí fueron juzgados y condenados, cada uno, a 193 años de cárcel. Francisco Albadalejo Corredera, fue condenado a 73 años de prisión por haber dado la orden a los asesinos. Sin embargo ninguno de ellos estuvo más de quince años en la cárcel.

A las tres y veinte de la tarde, del 26 de enero de 1977, el furgón con los restos mortales de Serafín Holgado salía del

entierro atochaInstituto  Anatómico Forense de Madrid rumbo a Salamanca. Familiares y amigos le seguían en dos coches. Antes de las siete llegaron a Salamanca, a las puertas de la Universidad. El féretro, portado a hombros por compañeros y camaradas, fue conducido hasta la capilla universitaria donde fue velado durante toda la noche. No hubo bandera roja, pero sí claveles, rojos…

… Y silencio. Por petición expresa de la familia el silencio acompañó al cortejo fúnebre desde la Catedral Vieja, donde se ofició la misa, hasta el cementerio. Una treintena de coronas de flores rodeaban el féretro, ahora sí, cubierto con una bandera, ‘Socialismo en libertad. PCE’. Un brazalete negro y otro rojo sacaban de la clandestinidad a los compañeros del PCE. Mediodía del 27 de enero de 1977. Las calles de Salamanca, nunca tan llenas de almas. Calle Compañía, plaza de Monterrey, plaza de las Agustinas, Ramón y Cajal, Héroes de Brunete (hoy, avenida Federico de Anaya), avenida Maristas (hoy avenida de Champagnat)… más de 15.000 acompañantes. Puños levantados, gargantas entonando La Internacional, palabras y versos que hablan de “la vida segada en flor por la violencia fascista”. Era el adiós –nunca olvido- al compañero.

 

 

“Nos conocimos hace 

años por motivos profesionales. Volvimos a vernos más tarde unidos por intereses políticos comunes, aunque unos y otros 

estuviéramos en campos diferentes; te vi ayer por última vez rodeado por el más numeroso grupo de salmantinos que jamás he visto reunido.

 

A tu lado, los demás no éramos nadie y, a tu lado, lo éramos todo: personas rindiendo homenaje a quien, por servir a los demás, había dado lo mejor que tenía, su vida”.

 

(José Luis Martín, Decano Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Salamanca

 

 Salamanca, 28 de enero de 1977)

37 aniversario PCE

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